De repente alguien nos recuerda que las fuentes grecolatinas no son las únicas. Mirando a Oriente, a Japón, se encuentran los haikus, que permiten expresar la inmediatez de un momento de esta vida huidiza en la que se esfuerza. La dificultad del minimalismo radica en la brevedad; también en la precisión de las palabras; la autora ha demostrado su dominio en todos los poemarios que ha publicado.
La obra contiene un preámbulo donde Castell justifica el paso de los poemas y la prosa a los haikus, una vía de retrospección buscando caminos perdidos, siguiendo los migas. Al final y después de haber renunciado al prólogo, Abraham Mohino expone en el epílogo el retorno de la autora a los orígenes y la ósmosis de la naturaleza hacia el mundo interior, hasta el equilibrio.
Algún capítulo incluye fragmentos de prosa, de poemas de métrica libre; también evoca artes plásticas y artistas. Las ilustraciones de Carme Freixes, de formato y trazo japonés, son haikus visuales y se mimetizan con el texto de esta obra sutil.
Hay que recomendar este libro exquisito y al mismo tiempo releer todos los anteriores escritos por Esperança Castell.