El argumento no pierde tiempo en extensas presentaciones y nos sitúa de repente en el fin de la guerra civil, y en un breve exilio en Francia. Cuando el protagonista vuelve a su tierra, devastada y yerma - como manifiesta el título de la obra - se inicia la trama en el marco inhóspito de la posguerra.
La narración se desarrolla inexorable sobre la tierra quemada por el enemigo para que nada tenga facilidad de renacer. Pero los ideales, el empuje y los sentimientos de la gente se confabulan en una historia donde todo resurge entre ideales y pasiones en un ambiente social que muchos lectores todavía habrán conocido.
Desde una perspectiva literaria cabe destacar una prosa bien trabajada y al mismo tiempo natural, directa, con diálogos bien construidos. La gramática es llana y las palabras son las necesarias; el autor rescata a algunos que en los últimos tiempos han caído en desuso, pero están vivos y precisos.
Esta historia de la Cataluña interior refleja una época difícil que enmarca la acción. Se trata de una obra bien hecha y muy recomendable.